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DELIRIO EN ESPIRAL

Poco le interesaba en realidad la defensa de los derechos humanos de los animales. Sin embargo ahí estaba, a punto de ir a la cuarta reunión del mes de esa especie de fundación con olor a alimento balanceado y baba de perro. Empezó a prepararse tres horas antes. ¿Debería intentar un look más relajado, algo así de cómo de safari? No. Eso descartaría los tacos altos y sin ellos no podría siquiera mirarlo a los ojos. Decidió ser ella misma, y si era necesario enterrar su taco aguja en tierra húmeda ante la hipotética circunstancia de que la reunión se realizara al aire libre, lo iba a hacer con toda la naturalidad y elegancia del mundo, como tantas otras veces. Cuando llegó respiró hondo. La convocatoria se nucleaba en torno a una mesa, segura, bajo techo. Sabía exactamente cómo proceder. Estaba en su hábitat. Taconeando firme con cabeza en alto entró en la sala, simulando camuflarse con el entorno. Acarició casi afectuosamente la cabecita de una especie de mono, que colgaba de un
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SIN TÍTULO

Llevo tu caricia atada a mi cintura. Suave, apenas rozándome. Así como fue, o es. Sin dobles nudos ni moños falsos. Exacta. Sigue empecinada en marearme girando redonda bajo mi blusa. Las caricias que aún te conservan suelen vivir en mi vientre. Pero ya no estás. Y sería una pena desvirtuar el violeta tenso de su tacto, como el sabor temprano de tu mate lento o el olor a otoño del saco que nunca usaste. ¿No podés hacer algo? Voy a tener que arrancarla de golpe. Desprendiendo cada rincón brusco en el que se quedó enrosacada, sin importarle a tus manos que me duelan los surcos cuando ya no los recorran. Sabré exactamente de dónde tirar, para que no grite mi piel ni la mano en tu caricia. Y así la risa se resbale del recuerdo, débil, como un sonido que nunca ha sido más que eso. Como el viento leve que solo se percibe abriendo demasiado los ojos. Hasta que la húmeda incomodidad lo hace evidente. .

ESCRITURA AUTOMÁTICA

La música de fondo es una voz. Gris. Monótona. Una “voz académica”. No entiendo lo que dice porque no escucho. ¿Escucho algo alguna vez? Mi mamá dice que no. Mi mamá. Mi mamá bajo, sobre, entre. Siempre. No, no tengo cinco años, ya cuento veinte y varios más. Sorprende, sí. Pero yo le regenero el pedazo que me muerde. Soy conciente al menos. Eso es lo que creo en momentos como estos, chatos de jirones, nudos, desates y vueltas a atar. En momentos de silencio de monotonía. No voy a negar que en pocos minutos tal vez me anude, enrede y sienta culpa. ¿Ciclotimia? Puede ser. Tal vez sea eso. Pero sigamos con lo que veníamos. O con algo. Al menos sigamos. Antes de que me pese la cabeza y me descubra boca abajo. ¿”Enamorados del ordenamiento jurídico” dijo? ¡¿Enamorados?! Que al menos no me englobe en semejante sentencia. No se cómo se me ocurrió escribir con esta música. No se siquiera por qué se me ocurrió hundirme, tirarme de cabeza en renglones oscuros, lejanos, profundos y le

SABORES LATENTES

El agua reprime tensa un alboroto de burbujas. Indefectiblemente cae, pero en silencio. Primero apenas. Debe inflarse la yerba de a poco, sin que se asuste. La acaricia en susurro para que abra sus espacios recelados y pierda la vergüenza. El Cebador conoce su efecto. Cada tanto mira a alguien fijo mientras sigue vertiendo el calor humeante en la sequedad rendida de la yerba, y Ella siente el agua bajando por su ombligo. Húmeda. Tensa sus músculos y respira hondo. Verlo cebar es un martirio. No están solos, pero la charla alrededor se desdibuja en el instante exacto en que le toca a Ella. Ese sí es su instante. El de ambos. Íntimo. Esta vez la mira fijo mientras deja a caer el agua, y sabe exactamente cuando hacerla cesar, sin ver. La conoce demasiado. Cuándo la última gota se corta Ella se muerde el labio inferior sofocando un gemido. Sus ojos siguen en tensa parálisis. El mate entregado les permite el único contacto ardiendo entre sus dedos, que aprovechan a trenzarse, sentirse,

TAPO TU CARA

Tapo tu cara. Abriendo lentamente las manos raspo caricias, pero enterrando mis uñas sobre tu rostro, solo sobre tu rostro, por encima de vientos oscuros que esconden el tacto. Tus ojos intentan abrirse, y caen, en el hueco más hondo de mis manos. Caen sin aliento. Mi dedo recorre el sabor de tu boca, contiene el respiro habiendo tragado tu aire. Y mi boca se tienta. Ya siente a tus labios lamiendo mi miedo, callando el calor que le teme a tu rojo y escapa a sus bordes. Besando su orilla, huyo a la punta lejana de tu nariz. Me encuentras. Y no puedo más que tragar tu suspiro, correr a calmar a mis labios que encierran tu boca temiendo asfixiarla. Mordiendo el galope del beso, la sueltan. Parecen dolerme los labios. Sus filos. Tu lengua recorre el dolor que los cubre y se aleja en lo calmo que impide temblores. Hay ahora demasiada distancia. El miedo me inyecta la duda en tu boca, la duda en tu aliento, la duda en tu frío. Y vuelvo a temblar en recuerdos. Si, tiemblo. .

ALGUNOS HAIKUS

Soy yo y el viento cuando inhalo la luna de un solo trago. ................................. Silencio frío de encontrarte despierto al prender la luz. ................................. Supe que el beso era el comienzo ingenuo de nuestro olvido. ................................. Redondo rulo que espirala la entrega de mi mareo. . BREVE REFERENCIA El Haiku es una de las formas poéticas más conocida de la poesía japonesa. Tradicionalmente está formada por tres versos de cinco, siete, y cinco sílabas respectivamente. No suelen tener rima, y con frecuencia abordan temas importantes como la naturaleza, la vida y la muerte. Es una forma predominantemente nominal, de expresión sencilla y concisa. El haiku clásico es una apreciación directa de un acontecimiento, a menudo trivial, que llama la atención del poeta, el cual lo espiritualiza y eleva por encima de su pequeña trascendencia. Es la esencia concentrada de la poesía pura. El haiku también se ha hecho presente en tierras sudamericanas. Es

LA DANZA MÁS ANTIGUA

Sutilmente, me disfrazo de conquista. Cuatro veces desde cuatro ángulos. Mi cuello intenta tu mirada tu piel me siente de reojo, y el perfume que me vende gira en círculos mareados buscando tu ombligo. Reteniendo mi deseo moldeándolo translúcido, intento no mirarte. Y me pierdo en la obviedad más profunda del anhelo. Traicionándome a mi misma. Me agrede el silencio indesifrable de tus dientes, que no besan ni muerden . Sonríen. .